martes, 30 de septiembre de 2014

Desmarcando al Perú



Tal vez pocos países en el mundo poseen tanta diversidad natural y cultural como el Perú. Es en esa riqueza donde radica paradójicamente su complejidad. No encontramos en estas tierras más puntos de encuentro que la idea occidental de empaquetar todo en un concepto mercantil. La marca Perú es el síntoma del desconocimiento más profundo de la realidad que pretende reivindicar, se acerca a ella desde una posición única y monocorde. No hay posibilidades críticas al respecto; los autores están realmente convencidos que así es la cosa.

López Soria en Adiós a Mariátegui parte de una premisa indispensable para pensar un país, no enclaustrarse en posiciones inamovibles. La filosofía demanda un diálogo intercultural entre todos los representantes de una comunidad viva, sin condicionar a las minorías ni a los discursos divergentes. Lopez Soria y Touraine se preguntan: ¿Podremos vivir dignamente juntos siendo diferentes?

La respuesta la encuentra en el factor de la falibilidad, el desmoronamiento de la idea de verdad y de todo fundamentalismo moderno. La constitución de estados multinacionales y poliétnicos demandan una política de diálogo horizontal en donde todos sean convocados en función de sus propias autonomías y no bajo el paraguas de una marca que piensa al país como una gran corporación. Los nacionalismos homogeneizantes no tienen lugar, la verdad es múltiple y las formas de acceso al consenso, aún dando cabida a la opción del disenso, no las define el modelo imperante ni ningún otro modelo alternativo; la verdad, desde esta perspectiva, no es algo que uno encuentra con el ejercicio de la razón; es más bien algo que se va construyendo dinámicamente en diálogo con el otro, dice López Soria.

Al colocar la multiplicidad cultural en un set diseñado por la mirada hegemónica del mercado lo que hace es asumir que el punto de partida ya está definido per se y al convertir esta convocatoria empresarial en una política de estado socava más la brecha alienando a las personas disonantes con esos supuestos valores. Es decir, pone énfasis en un solo modelo cultural valiéndose del sentimentalismo propio de las formas publicitarias que incentivan justamente al consumo por el consumo mismo. Bajo esta mirada los ciudadanos dejan de ser sujetos sociales para convertirse en consumidores, productores, meros actores instrumentales del modelo económico vigente.

Todo esto se asienta en los fundamentos originales de la modernidad, que encumbra una única ciencia; la razón y una noción de universalidad aplicada a todos los estamentos y disciplinas que comprenden a las sociedades occidentales. Hay una suerte de occidentalización del mundo como si esta fuese la epifanía capital, y en donde las esferas de Waltzer se confunden y pierden su autonomía y las políticas de reconocimiento de Taylor no logran afianzarse como formas de intercambio de reflexión y de sentido.

No es suficiente reconocer a un país en su dimensión multicultural. Ellos están ahí y nosotros estamos aquí, el respeto no garantiza su progreso. La interculturalidad es tender puentes entre las islas multiculturales para retroalimentar la experiencia. Nuestra identidad también está en el otro - diferente y la construcción de sentido pasa por esa enorme autopista donde lo mío dialogo con lo tuyo de manera legítima. Todos los interlocutores de un país deben ser legítimamente reconocidos, más allá de los acreditados por los gobiernos y por los actores fácticos.

López Soria indica de esta manera el camino: “El pensamiento postmoderno propone una filosofía de la intersubjetividad que considera al sujeto como hechura de relaciones sociales que, sin embargo, no disuelven la identidad individual” Este proceso se centra en el reconocimiento de la identidad del individuo mas que en el acuerdo mismo. No tenemos que dejar de ser diferentes para vivir dignamente juntos, ese es el reto de la postmodernidad.

La idea de asignar una marca a un país es completamente desalentadora. No solo por la connotación material que esta supone sino por el reduccionismo fácil como alternativa al diálogo que la problemática social requiere. ¿Qué hay de las otras miradas? De las que no aceptan que la idea de un país se consolide en el consumo y en la inversión privada sino que estas sean consecuencias circunscritas al ámbito de lo económico sin pretender invadir campos ajenos a su naturaleza. Que por el contrario ésta idea se potencie en la generación de sentido por ciudadanos que se reconocen entre ellos como tal y con ello se multipliquen las posibilidades de solidaridad, empatía, cooperación y diálogos que se traduzcan en iniciativas políticas abarcadoras pero diferenciadas.

Tal vez hoy sea mejor ponerle pausa a tanta conceptualización comercial, a tanta supremacía del branding y repensar desde otros ángulos la forma en la que nos acercamos al resto. Ser embajadores genuinos del Perú supone mucho más esfuerzo y comprensión, mayor empatía, que la aplicación sistemática de fórmulas clichés, publicitarias, emocionales; a fin de cuentas moldes vacuos y fáciles para potenciar un producto, no un país.