miércoles, 28 de mayo de 2014

Algunos apuntes sobre la globalización

Un grupo de bantús semidesnudos corren a través del litoral en el cuerno de áfrica. El mayor no tiene más de quince, frente a ellos una imagen absolutamente apocalíptica se despercude de la arena salada con ayuda del fuerte viento de esa época del año. Dos barriles oxidados semejantes a los de crudo, con una etiqueta de advertencia imposible de comprender han encallado en sus costas. Están abiertos, perforados por la humedad, deteriorados y malolientes; ellos no lo saben, descubren con curiosidad su textura, juegan alrededor de ellos. La amenaza ha venido del mar.

 Ciento cincuenta millas mar adentro una embarcación precaria transporta bajo la canícula a una cuadrilla de sujetos ligeramente armados. El motor fuera de borda dibuja en el índico una estela diáfana como si estuviera descubriendo una ruta ya trazada bajo la superficie. Los rostros quemados por el sol no transmiten mayor información. A lo lejos aparece la inminente figura de un barco pesquero. El escenario ya está a la vista, tendido sobre el horizonte.

Ambas imágenes muestran dos efectos determinados; ambas son consecuencias de una hegemonía mundial inalterada. El colonialismo decimonónico de Leopoldo II y de las potencias imperiales europeas se extrapolan al siglo 21. Ya no son los cañonazos con los que el Marlow de Conrad descubría la naciente del río Congo sumergiéndose en ese corazón tenebroso donde la aniquilación de los salvajes para extraer el oro y el marfil de sus entrañas eran pan de cada día. Ahora las necesidades empujan a las potencias a un nivel más sofisticado de penetración. Los mass media se encumbran como la nueva central de propaganda y la globalización desempeña un rol fundamental y necesario para sostener la legitimación de estas nuevas (o antiguas) formas de poder.

El nuevo desorden mundial del que habla Zygmunt Baumann al referirse al libro del mismo nombre de Kenneth Jowitt apunta a poner sobre el tapete la carencia de control que era más bien propio de la guerra fría. La polarización generada por la confrontación de las superpotencias permitía mantener vigente la ilusión del equilibrio. Antes el sentido estaba delimitado por este eje. Los Estados se mantenían firmes y su función integradora era vital. Con la caída del muro la atomización se ha disparado y ha encontrado su punto culminante en la globalización y en las nuevas tecnologías. Virtualmente el presente vuelve a ser un terreno desconocido, caótico, inabordable, asimétrico, una promesa y un reto de conquista aún poco claro pero con suficiente adrenalina en ella como para encender todos los motores.

La fuerza anónima de las trasnacionales son fuerzas fantasmas que han ocupado el globo y han usurpado las funciones del Estado. La economía agenda las directrices políticas, los supermillonarios acumulan el 80% de la riqueza del mundo y resulta imposible pensar en mantenerse emancipado de las influencias externas. La soberanía nacional está en su etapa más precaria y es tal vez su necesidad reivindicativa, su fortalecimiento, devolverle a su investidura algo más que el poco digno rol coercitivo y de rufían de las corporaciones al que ha sido relegado hoy en día. Esta es la tarea que tal vez deba asumir en el futuro para devolverle un balance y un orden a las cosas.


Conectando los puntos

El africa de Conrad no está tan lejos del áfrica actual. La pandilla de bantús descubre en el artefacto encallado deshechos radioactivos. En algún lugar del planeta hay que esconder la basura y áfrica es la mejor alfombra. El Mediterráneo agoniza por la sobrepesca, la contaminación y el calentamiento global, se rumorea que ya es un mar muerto. Una guerra civil es el escenario perfecto para lo que Baumann refiere al señalar a “los nativos lejanos”, a los que hay que ayudarlos pero manteniéndolos en su condición de nativos remotos. El vacío de poder y las luchas tribales, consecuencias además directas del colonialismo promovido por la potencias (la sociedad internacional para la supresión de las costumbres salvajes) es un escenario ideal para cosechar lo que en el mediterráneo ya no se puede sembrar.

El secuestro del Alacrana es noticia mundial. El atunero vasco faenaba en aguas internacionales cuando es abordado por un grupo de piratas somalíes. La opinión pública se escandaliza y toma partido. El análisis demanda mayor profundidad, nadie está dispuesto a hacerlo. Europa se enriquece a costa de sus conquistas de ultramar y un siglo después levanta muros para los damnificados, le da la espalda a sus daños colaterales. No obstante ello no se discute, un velo de impunidad se levanta y nuevamente el mito del salvaje incivilizado sirve de pretexto.

Los tigres asiáticos son los héroes del progreso, la cámara cierra el plano y no deja ver las fronteras del set que ocultan la miseria, la miopía es buena para alentar el mercado. La represión china y la ausencia de democracia es irrelevante. Lo que está fuera de cuadro no existe. El dinero pasa rápidamente de un lugar a otro. Nokia representa el 4% del PBI finlandés y Volvo ya ha sido vendida a la trasnacional Zhejiang. El destino de Nokia es incierto, Finlandia se mantiene en el ranking de los países ricos pero ya se sienten los pasos del desempleo.

Las respuestas sistemáticas de los grupos de influencia y los lobbistas de las megacorporaciones no convencen, no lo pueden hacer porque su naturaleza es la de un sociópata. Llenar sus arcas, superar los récords y alcanzar el superávit deseado es su obsesión. Ya han adquirido los medios masivos necesarios para tapar sus excesos, en el tiempo de la información la información es lo más manipulado.

Todas estas amenazas que la globalización ha generado en un mundo finito se han dado por medio de un trucaje que pocos han advertido. Algo pasó, dice Bauman, en algún momento esas iniciativas y emprendimientos dirigidos a fortalecer la “civilización”, el “desarrollo”, la “convergencia”, el “consenso” se desviaron del camino; la universalizad de la que daban cuenta con esperanza fue abducida y en su lugar nos dejaron con un concepto de globalización carente de un telos, de un sentido más profundo que la preocupación por los efectos climáticos globales en los que parece encarnarse la única percepción negativa de esta globalidad.


Suban el telón

La sacralización del concepto de globalización y sus acepciones “positivas” se van volviendo fundamentalmente incuestionables. Su connotación es ahora la de una verdad y un camino absoluto para el destino de la humanidad. Este sentido parcial y determinado por el grupo de poder se traduce en los innumerables canales y medios que exaltan las características más primarias del individuo. El sexo, la juventud, la adquisición de placeres inmediatos, la saturación mediática y la discusiones banales. Todo esto esconde los desplazamientos económicos, el mantenimiento de los mismos status quo de los poderosos y deja a los seres humanos sumidos en una suerte de sucedáneo virtual.

La globalización impacta en las comunidades locales y las incongruencias de cómo se atienden estos impactos, el desempleo que generan y la ausencia de alternativas son alarmantes, las fugas de capital promovidas por el estado y el gasto público ya no están directamente conectadas con el ciudadano y sus necesidades a largo plazo. Este es otro síntoma de la fractura del trípode que menciona Bauman, la soberanía solo es militar, la economía y la cultura están en función de otros intereses.

Hay un caso reiterado de minorías relegadas que piden a gritos que vuelvan a subir el telón, los osts en Pomerania occidental y en neu Brandemburgo reclaman que se detenga esta integración forzada después de la caída del muro. Antes tenían un orden y una vida, ahora les ha alcanzado el leviatán y el caos. La ausencia del sentido no le viene bien a todos.

El vacío de poder en Somalia es otro target para alcanzar las miserias locales y afianzarlas mientras se succiona el nuevo oro y el nuevo marfil. Las masacres internas son al final de cuentas promovidas por la misma mano que sostiene el megáfono de la globalización a través de prebendas armamentistas. El efecto Kulechov es un fenómeno del montaje cinematográfico en el que la comprensión semántica de una escena es influenciada por la correlación de los fotogramas. Las imágenes cambian de sentido cuando la que las precede es la hambruna y no el salvajismo cultural, o la impotencia y la indiferencia y no la satanización del indígena.


Estado Mundial

La mundialización de todos los ámbitos de la vida humana ha relegado a la justicia – aún cuando las cortes internacionales han cumplido una inmensa labor en materia de derechos humanos y ordenamientos territoriales – a un plano aún periférico. La vorágine de las comunicaciones y el frenético movimiento de capitales no han asentado las bases para ejercer una reflexión que ahonde en la problemática de estos tiempos.

Acaso los estados deben volver a fortalecer sus injerencias soberanas en materia de economía y cultura, y por supuesto en justicia. Darle el enfoque de universalidad en donde se exponga en la argumentación el carácter de falibilidad necesario para tender puentes hacia los modos que pugnan por eludir el saco en donde todo cabe y todo se aplica, y en donde se puedan generar además demandas internacionales, denuncias evidentes ante hechos de abuso de las superpotencias y de los mercados controlados por las corporaciones.

Tal vez así entendamos que el secuestro de la hija de Thievaut también se debe a los procesos colonizadores brutales de las potencias que han generado enconos arraigados en el tiempo y que la conciencia de occidente no se puede limpiar adjudicándole a los otros mentalidades salvajes y culturas hostiles.

 * Bauman, Zygmunt. “Después del Estado Nacional…¿qué? En: La globalización. Consecuencias humanas. Buenos Aires: FCE 2008, p- 75 – 102. 
* Jowitt, Kenneth. “The new world disorder” En: The Lenin Extinction. University of California press, 1992. 

martes, 13 de mayo de 2014

La filosofía como una obra de arte

A propósito de Badiou quien reflexiona en torno a un histórico vínculo entre la poesía y la filosofía se me ocurre tal vez estirarla incluso más allá de Rimbaud. La filosofía es narrativa, y el precepto básico de la narrativa, o de la literatura por encima de todas las artes, es la de ordenar las cosas, ordenar el mundo, ordenar la vida. El sujeto autor, que se expresa en función de revueltas, que está en constante batalla con su misma condición trágica, arrojado a una existencia sin respuestas, formula en su discurso una serie de correlaciones que le otorguen sentido y que le den una cierta verosimilitud a su relato. 

Badiou otorga cuatro dimensiones al deseo de filosofar: La dimensión de la revuelta, la lógica, la universalidad y el riesgo. Las cuatros fracturadas por la modernidad. La revuelta es enmarrocada por la apariencia de la libertad ya decretada que se pone al servicio de un sistema que comercializa la idea misma de libertad. La lógica se presenta desconectada y desprovista de rigor; la emocionalidad del espectáculo de la comunicación masiva la toma por asalto y la asemeja al sucedáneo del mundo feliz de Huxley. Sobre la universalidad; la atomización de la vida en que vivimos es palpable en cada actividad que realizamos, ya no hay lugar para los modelos sagrados y las verdades absolutas, la fragmentación empujada por las nuevas tecnologías y el desvanecimiento de los meta discursos han acabado con ella. Por último el riesgo supone desafiar todas las comodidades en las que nos hemos ido asentando, hemos renunciado al valor de enfrentarnos a los peligros del azar, al querer controlarlo todo ya nadie quiere tirar los dados.

A este deseo tetradimensional, dice Badiou, la filosofía contemporánea agrupa tres frentes; La corriente hermenéutica, la corriente analítica y la corriente posmoderna. La primera se refiere al concepto central de la interpretación que encabeza sus filas con Heidegger y Gadamer, la segunda cuyo estandarte es la regla y los estrictos límites en los que la enunciación cobra sentido tiene en Wittgenstein y Carnap a sus principales representantes. Finalmente en la tercera los cañones apuntan a la deconstrucción de la idea de totalidad, a disolver la ideas modernas del sujeto histórico, del progreso, de la revolución y el ideal de la ciencia, encarnan sus voces Jacques Derrida y Jean - Francois Lyotard.

 Badiou reconoce en estas tres propuestas ciertas características comunes, la primera, negativa, es que las tres ya no están en posición de defender una metafísica, que la verdad objetivizada ya no se puede dar y que esta necesidad de verdad debe ser sustituida por una filosofía orientada a la búsqueda del sentido. La característica positiva, y esto es central en Badiou, es la pregunta por el lenguaje, ya que es ahí donde el pensamiento busca desentrañar el sentido. La pregunta por el sentido reemplaza a la clásica pregunta por la verdad.

Ahora, la gestación de una obra de arte reúne varios de los requisitos que Badiou expone para saltar con éxito la brecha generada por la modernidad. La aceptación del lenguaje como horizonte absoluto del pensamiento pre supone la coexistencia de diferentes formas de expresión. El principio de interrupción es el mismo principio crítico de rebeldía en Camus, de no conformidad con el status quo que subordina al hombre, en este tiempo, a la mercancía del dinero y la información. Pero esta interrupción alberga la esperanza que supone un lienzo vacío o una hoja en blanco. Porque es replantearse, ya no desde el panóptico sino desde nuestras diminutas islas personales y divergentes la forma más asertiva de acercarnos al mundo.

Para Badiou estas tres corrientes ya no sirven en su totalidad, hay que partir de las cosas y ya no del lenguaje, hay que ralentizar el proceso del pensamiento, hay que tomar distancia del mundo. A tiempos veloces debemos imponer pausas necesarias para que no nos arrastre al caos. Pero el lenguaje no son solo palabras, y la velocidad no es siempre violenta. La filosofía del acontecimiento, que es la propuesta de Badiou, donde lo singular predomina por encima de lo universal, en términos contrapuestos a lo que Descartes, Hegel y Kant tenían en mente aún carga con los rezagos de la modernidad, lleva adherida al cuerpo las esquirlas de esa idea de verdad a la que Badiou no quiere renunciar. Las necesita para enfrentarse a la equivocidad del sentido, pero el sentido está incluso más allá de la equivocidad.

Una obra de arte no acepta concesiones, lo aracional convive con lo racional, la honestidad que salta de las entrañas como un demonio demanda sacrificios y rituales y también sosiego y reflexión. Si algo nos anima en la post modernidad es el deseo de llevar al paroxismo nuestros propios límites, el arte está para ordenarnos en ese profundo y solipsista abismo al que nos enfrentamos, no está en función del mundo de la razón y del sistema del lenguaje formal, ni de los arquetipos, ni las convenciones de un modelo determinado, sino que se yergue para construir un relato propio colmado de ensayos y errores, un relato que incluya también a la mercancía, a la información, a la multiplicidad tecnológica y a la obsesión por la seguridad.

Este relato impregnado de autenticidad puede empezar – a medida que encaja sus primera líneas – huérfano de sentido y encausarse, con el tiempo, hacia un devenir más pleno, hacia una obra de arte.



*Badiou, Alain "El deseo de filosofía y el mundo contemporáneo". En: La filosofía, otra vez. Madrid:Errata natural, 2010, p.49 - 66.