miércoles, 15 de octubre de 2014

69 280


Remontarnos al pasado desde una perspectiva crítica frente a la sacralización de la historia es tal vez un camino obligado para no sólo entender los orígenes de las problemáticas sociales locales sino, para sobre todo, allanar el camino hacia una práctica política sostenible que permita la integración del futuro en una comunidad universal.

Las tentaciones totalitarias de la historicidad, de la filosofía de la liberación, de los desafíos multiculturales e interculturales también acechan a la vuelta de la esquina con sus pretensiones homogeneizantes. La ideologización de estas posturas tampoco favorecen al debate, no se trata de suplantar al centro por la periferia ni de reivindicar únicamente posiciones empobrecidas por la historia. La referencia a lo universal en el párrafo anterior está trazada no con la intención de agrupar, sino más bien de convocar hacia un modelo con los pies en la tierra y no desde miradas bucólicas o atemporales.

Es decir, en palabras de Dussel, en apreciar la crítica posmoderna pero descentrándola de la periferia mundial, reconstruyéndola desde las exigencias políticas concretas de los grupos subalternos. Hoy estamos sumidos en la impronta de una hegemonía occidental, que encumbra a la cultura del consumo y el hedonismo como única ideología ante el derrumbe de los meta discursos que le daban sentido a la modernidad. Lyotard sostiene que en esta guerra de guerrillas en la que debemos enfrentar a la occidentalización del mundo hay que darle cabida, al fin, al factor de lo aracional (1) . Este elemento nuevo está vinculado necesariamente al tema que nos convoca ahora, la mirada aracional de la modernidad debe ser reclutada también para entender el epicentro desde donde se movilizan las pulsiones periféricas del mundo. El enfoque desde donde se aproximan las verdaderas posibilidades de lo intercultural.


El conflicto

El informe final de la Comisión de la Verdad arroja la impactante cifra de 69 280 muertos y desaparecidos calculados en base a una metodología de probada eficacia estadística en procesos similares en el mundo, con un intervalo de confianza del 95%. Es decir, que en el mejor de los casos, el límite inferior indicaría 61 007 peruanos desaparecidos entre los fuegos de la violencia terrorista y las fuerzas del estado. La cifra de víctimas mortales identificadas es de 23 969, sería ocioso explicar que el cálculo final, 2.9 veces mayor, responde al enorme grueso de la población indocumentada concentrada en las zonas alto andinas y amazónicas. Este número supera largamente las pérdidas sufridas en la guerras de independencia y en la guerra con Chile juntas. De este universo de víctimas el 75% eran pobladores no hispanohablantes, cuyas lenguas maternas eran el quechua, el aymara y otros muchos dialectos autóctonos y los cuales apenas podían, en su mayoría, formular una frase inteligible en español.

Los sectores políticos más conservadores y críticos con el informe final de la CVR deforman sus conclusiones y recomendaciones sosteniendo argumentos poco rigurosos, como los cuestionamientos sobre la nomenclatura universal utilizada en la redacción conforme a los parámetros establecidos por otros casos de justicia transicional en el mundo. No les gusta la referencia a un conflicto armado interno, como no les parece verosímil la cifra final de pérdidas humanas (aún cuando se han detectado más de 6 mil lugares de entierros clandestinos a lo largo del país, fosas aún sin abrirse por falta de voluntad política), pero sobre todo cuestionan la violación de derechos humanos como una práctica sistemática, en períodos específicos, por parte de las fuerzas armadas. Esta reacción, que encuentra escasa resonancia más allá de los maniqueos políticos populares promovidos por los que estuvieron directa o indirectamente involucrados con estos abusos, está más bien en línea con la misma genealogía que permitió que la violencia terrorista escale a niveles cada vez más sangrientos en el lapso de veinte años.

Esta desproporción sintomática entre hispanohablantes y  no hispanohablantes de un mismo territorio indica solo una de las aristas de la problemática social. En el Perú conviven muchos Perus, y como da testimonio Primitivo Quispe en una de las audiencias públicas de la CVR “Entonces, mi pueblo era pues un pueblo, no sé… un pueblo ajeno dentro del Perú”. Esta ruptura histórica de la capital con el interior ofreció a los grupos subversivos un caldo de cultivo perfecto para la diseminación de la lucha y la metástasis de la violencia. La fragmentación política de la multiculturalidad fue tan evidentemente cómplice de la tragedia como la indiferencia de los sectores más acomodados de la capital con esos pueblos ajenos al Perú.     

“Durante muchos años, el Perú moderno, urbano y limeño, trató con indiferencia a las regiones más afectadas por la violencia, las más alejadas y pobres. Incluso cuando el conflicto armado arremetió con fuerza en el corazón de las principales ciudades a finales de la década del 80 e inicios de la del 90, fue difícil unificar las experiencias y la memoria de la violencia de mundos tan distintos, a un punto tal que, cuando la televisión dio su mayor atención a la tragedia, la imagen emblemática de las víctimas que apareció en las pantallas no fue la de los campesinos quechuas sino la de los habitantes hispanohablantes de las urbes” (CVR informe final; 21)

Por un lado la defensa cerrada de las fuerzas armadas por parte de un grupo político deja entrever ciertamente una clara voluntad de impunidad bajo la forma de amnistía en el supuesto de que esos excesos hayan sido aislados y desvinculados de las mismas instituciones castrenses, y por parte de la opinión pública conservadora no hace más que subrayar a lo que Gamio apunta al advertirnos que la historia del Perú ha sido escrita en clave militar. El agravante de estas posiciones reside en que los afectados no estaban reconocidos, al final de cuentas, como iguales a los representantes de la clase social predominante. Eran, algo así como ciudadanos de segunda clase, para hacer alusión a las desafortunadas declaraciones de un político nacional.     

Esta militarización del inconsciente social se ve reflejada en los obsoletos desfiles militares que aún protagonizan nuestros estudiantes y nuestras instituciones estatales y revisten de un cierto aura al héroe militar como tal haciéndolo inimputable (Gamio 2009). La historia moderna de la república, una historia escrita además en clave aristocrática o burguesa, de espaldas al interior del país, ha contribuido eficazmente a que ni siquiera las fuerzas armadas en su condición racialmente heterogénea se sienta identificada y empática con esa multiculturalidad atropellada por la violencia del conflicto armado. 

Todas estás condiciones, apuntaladas desde la supremacía del modelo capitalista que universaliza y uniforma la percepción de una nación por parte de sus miembros, que racionaliza y cosifica la experiencia cultural, se ve legitimada “en la historia desmemorizante que escribe hoy la historicidad hegemónica”(Fornet – Betancourt; 99)  

El Perú es un país multiétnico, pluricultural, multilingüe y multiconfesional (2). Es tiempo de reconocer que en esas diversas y profundas cosmovisiones arraiga nuestra riqueza, no en sentido sentimental, la formulación pretende poner énfasis en el carácter práctico del problema. La reconciliación tiene que ir por el camino del reconocimiento de nuestras diferencias y de saber colocarlas en condición de igualdad. Es ahí donde radica la verdadera democracia, dignificar las diferencias es tan prioritario como respetar a la mayoría. La sociedad civil y el estado deben asumir esa tarea con miras a la interpretación más amplia de las problemáticas futuras, sobretodo si quiere detener el empobrecimiento que aísla a los individuos en posiciones rígidas de desarrollo – subdesarrollo en función de termómetros arbitrarios de exclusión.

Dar la espalda a la alteridad es darle la espalda al espíritu del mundo, cuya voz no son la posiciones de interés hegemónico, el monopolio de la razón, ni la idolatría del progreso (Fornet - Betancourt), ni la historicidad contada por el vencedor. No es reducir lo diverso a un archivo bibliotecario o a una sala de museo como pretende la civilización occidental, sino por el contrario, el espíritu del mundo es la voz de los pueblos que se encarna, –  desde sus propias racionalidades y a través del diálogo (unificando el centro con la periferia), – en el ejercicio ejemplar de la memoria


La memoria

Tzvetan Todorov en Los abusos de la memoria ha desarrollado con lucidez y amplitud la necesidad fundamental de los países por reconstruir su historia desde el punto de vista de las víctimas. Es ahí donde el tejido social se ha visto afectado profundamente y su regeneración supone la restitución de los derechos de la víctima como ciudadano. La supresión de la memoria ha sido una practica común en la antigüedad, pueblos enteros han sido borrados de la faz de la tierra. La aniquilación de personas por cultura, raza o religión se denomina genocidio y no es hasta la llegada de la modernidad, en que se proclaman los derechos fundamentales del hombre y se instaura una cultura de derechos humanos que incluso aún hoy no termina de asentarse en las diferentes idiosincrasias políticas.

El riesgo de que la memoria sea reconstruida desde arriba es demasiado alto. Los regímenes totalitarios se ven seducidos a controlar la memoria colectiva arrogándose el derecho de seleccionar lo que debe ser conservado por ésta.  Eso ha sido descrito como “historia oficial”. Todorov cita a Himmler a propósito de los preparativos del holocausto ”Es una página gloriosa de nuestra historia que nunca ha sido escrita y que jamás lo será” Por eso los regímenes totalitarios, continúa Todorov, conciben el control de la información como una prioridad.

Hoy, ese peligro se acentúa, la amenaza es mayor con la conquista moderna de la información y las comunicaciones. Dar a conocer la historia es la única forma de rebelarse y de mantener viva una tradición en detrimento de las prácticas modernas que por un lado banalizan la memoria al exponerla a la sobreabundancia y por el otro justifican su supresión “en provecho de la observación y de la experiencia, de la inteligencia y de la razón” (Todorov 2000;21). Los límites de la razón deberían llegar hasta ahí pero es evidente que para las sociedades occidentales la memoria no ocupa un lugar predominante porque sus lineamientos apuntan a la negación de las diferencias, a la uniformización del mercado.

La CVR recabó 17 000 testimonios voluntarios de diferentes estamentos sociales, representantes de la sociedad civil, diversos grupos étnicos, e incluso de las mismas fuerzas armadas. El ejercicio de la memoria desde abajo está legitimado en la convocatoria a todos los que tengan algo que contar y en el hecho de que es la víctima a la que se le ha arrebatado y lesionado sus derechos fundamentales, y es a través de ella que se reconocen las fracturas sociales y permite el examen de los sucesos tal como se dieron en el pasado violento en el que estuvieron inmersos. La voluntad mandatoria es que estos hechos no se vuelvan a repetir.

Todorov establece una distinción indispensable en el ejercicio de recuperar la memoria. El acontecimiento, señala, puede ser leído de manera literal o de manera ejemplar. En la primera forma el acontecimiento permanece rígido y su contribución para el futuro no trasciende más que como un relato trágico, no se extrae una lección porque se concentra solamente en la reconstrucción del hecho por el hecho mismo y además permite la subyugación del pasado al presente. En el caso de la memoria ejemplar se busca extraer una lección comparándola con casos similares. El término ejemplar proviene de la alusión a los ejemplos que se contrastan y se ponen a dialogar. Desde ese escenario se conduce lo particular hacia lo general permitiendo la conservación y la selección de la memoria en función del relato de las víctimas para extraer una lección moral y política del conflicto, el pasado se convierte de este modo en un agente presente de cambio.

En esta recuperación de la memoria ejemplar el uno transita hacia el otro, la empatía se afianza en la compasión que nos provee el relato: todos son nuestros muertos. Para la víctima, como en el psicoanálisis, dice Todorov, hay un reconocimiento del pasado en donde el dolor causado por el recuerdo se neutraliza y se controla y a la vez hay una liberación, una universalización en el tránsito de lo privado a la esfera pública. Ahí se cierran las heridas, si acaso se llegan a cerrar. Se abre la puerta al luto, al fin la víctima puede enterrar a sus muertos. Pero el único que puede  otorgar libremente el  perdón es ella (la víctima), y también es el único que puede decir cuando se han cerrado las heridas (3). Y ese acto de perdón no excluye, tampoco, de responsabilidad al victimario que deberá seguir el proceso de justicia por las acciones cometidas. Es aquí donde se debe subrayar que son las víctimas, la opinión pública, la ciudadanía, todos los que han sido afectados por el conflicto los que deben decidir qué debe ser recordado y que olvidado, no el estado ni los partidos políticos. De esta manera la memoria se pone al servicio de la justicia.

En el Perú lo intercultural y lo multicultural fueron conceptos atropellados especialmente durante los años de la violencia, el insulto racial y cultural estuvo siempre presente en la perpetración de las violaciones de los derechos humanos. El sometimiento a la esclavitud por parte de Sendero Luminoso de las etnias Asháninkas (4) , los abusos de las poblaciones quechua hablantes tanto por parte de los grupos terroristas como del propio estado y sus grados de salvajismo responden a una condición de ignorancia alarmante frente al reconocimiento del otro como congénere. Parafraseando a Rorty esas cosas no se las estaban haciendo a otros seres humanos sino a chunchos, indios y a cholos de mierda.

La ausencia flagrante del estado al asignar a las fuerzas armadas el control político y militar de las zonas de emergencia contribuyó enormemente a los abusos sobre la población civil. Los militares administraban justicia en las zonas deprimidas y golpeadas sin poder aplicar ninguna interpretación social o antropológica que brindara algún tipo de soporte fundamental a la población.

Las cifras de los muertos que parecen hoy exageradas ante los ojos de los detractores de la CVR es una forma más de negar la realidad porque al final de cuentas esos muertos no les son importantes. Antes del conflicto las comunidades nativas ya estaban terriblemente empobrecidas, a merced del friaje, de las sequías, y de la indiferencia de un estado que los ignoraba. El reclamo desesperado de las poblaciones afectadas clamando por participación política en las zonas de emergencia caí en saco roto, la violencia de la primera década sucedía, para el grueso de la clase media, en otro Perú. El Estado se lavaba las manos (5).  


La sociedad civil

Los principios básicos en los que se fundan los países con sociedades liberales son la libertad, el autogobierno y la igualdad. La libertad, en palabras de Charles Taylor, se encarna en la voluntad de que la sociedad como un todo pueda funcionar fuera del ámbito del estado. Este es el lugar que le corresponde a la sociedad civil como un sistema de instituciones de asociación libre que funge de resistencia frente al posible autoritarismo de estado y el despotismo blando, es decir, el desinterés de la ciudadanía por participar en las decisiones políticas que la afectan.

El autogobierno es el acto de la voluntad soberana mediante el cual el pueblo delega su poder a la autoridad para que lo represente como estado, circunscrito a las convenciones en la forma del contrato social. El poder reside en el pueblo aunque lo delega en cada período electoral. De esta manera funcionan las democracias modernas y en ellas la sociedad civil juega un rol protagónico.

La igualdad ha añadido con el paso del tiempo la condición de compleja para poner sobre la mesa, en Walzer, los diferentes tipos de igualdad en los que la sustancia se mantiene pero varía en sus necesidades de reconocimiento, somos iguales y a la vez diferentes. Esta es la puerta de entrada a las nociones actuales de interculturalidad.

La afirmación y emancipación de la diferencia, señala Dussel acerca de lo intercultural, va construyendo una universalidad novedosa y futura. La cuestión no es Diferencia o Universalidad sino Universalidad en la Diferencia y Diferencia en la Universalidad. Dussel propone una filosofía crítica que abstraiga el marco teórico donde los testimonios de los nuevos movimientos sociales irrumpan en la sociedad civil contemporánea y fuercen una reconstrucción de los horizontes del pensamiento desde una posición mundial y no eurocéntrica.  El reto está en promover los diálogos sur  - sur y llenarlos de contenidos y originalidad para los futuros diálogos sur – norte (en Dussel;104)

Un país que se reconstruye desde sus relaciones interculturales tomando como base su propia creatividad es un país que sale fortalecido, esta interculturalidad es una herramienta para comprender el mundo en todas sus potencialidades. Le toca a la sociedad civil, en el ámbito de la opinión pública y sostenida por el peso de sus instituciones no políticas, como lo son las universidades, los colegios profesionales, los gremios, los sindicatos, las organizaciones no gubernamentales, las comunidades religiosas, la prensa, entre otras, participar del debate en la esfera pública, y deliberar sobre asuntos de interés común, pero especialmente convocar, atraer hacia ella, a las diferentes concepciones (afines a la posmodernidad) representadas tanto en los puntos de vista occidentales como en las particularidades y los sentidos aracionales de esos grupos sociales, etnias y minorías que hasta ahora han sido relegadas a los confines imaginarios del país.


Anotaciones finales

La historia tiene pretensiones de objetividad, así sustrae la práctica de un diálogo más complejo a sus interlocutores. Pero la memoria es subjetiva e intersubjetiva; el recuento de la CVR es valioso porque llama la atención sobre esa sociedad civil qué falló – al igual que el estado – en el pasado, y que permitió que la violencia se ensañara con los sectores más empobrecidos sin levantar con suficiente vigor la voz de alerta. La reflexión, el debate, la discusión, el análisis, el diálogo son las herramientas con la que se debe trabajar a profundidad en la esfera pública con miras a lograr consensos, convenios, acuerdos e incluso a tolerar disensos.

El mundo actual no necesita sacralizar el mito del buen salvaje ni demoler el sistema occidental, no necesita negar al libre mercado, ni hacer mártir a  la periferia. Lo que necesita es transitar libremente a través de la alteridad y de la razón instrumental  para encontrar ese tipo de verdad deliberativa, pluralista, que permita la convivencia y la sostenibilidad del progreso no en sentido económico sino en sentido humano. Esa verdad, como señala Habermas, la hace la ley, no la autoridad, y también puede ser contingente (6)





(1) Lo aracional en Lyotard (La Condición postmoderna) es el lenguaje que transcurre paralelo al racional, no lo irracional que sería la negación de lo racional.

(2)  “La diversidad étnica, lingüística, cultural y religiosa del Perú no ha sido valorada adecuadamente. Ella está a la base de las profundas diferencias y divisiones entre los pueblos en el Perú, que la violencia a ahondado y exacerbado. No sólo existe discriminación racial, social y económica (“éramos diferentes y no éramos todos iguales”) sino que, además, hay diferencias culturales profundas en la manera de ver el mundo y la vida, incluyendo la perspectiva religiosa. La superación de la discriminación étnica, lingüística, religiosa y cultural es decisiva para la reconciliación nacional”. (CVR informe final: Fundamentos de la Reconciliación; 4.2.1, pág. 77)

(3)  Es curiosa, o lamentable, la invocación del actual cardenal a no reabrir viejas heridas, ¿Cómo puede saber si alguna vez se han cerrado?

(4)  Las tribus Asháninkas, como otros diversos grupos nativos, no encajaban en la dialéctica de las lucha de clases de la ideología senderista, al no poder asignarles un rol determinado en la sociedad optaron por reducirlos a la esclavitud y someterlos a tratos crueles, perpetrando acciones que califican como crímenes de genocidio.

(5)  Los excesos cometidos por los jueces sin rostro, que muchas veces ni siquiera prestaban atención a los descargos de los inculpados, las detenciones y torturas arbitrarias en el cuartel los cabitos, en el pentagonito, las ejecuciones extrajudiciales, la sistemática negación a los derechos a la debida defensa, entre otros atropellos inconstitucionales promovieron iniciativas forzosas como la comisión del padre  Hubert Lanssiers para la excarcelación de detenidos injustamente por terrorismo en los últimos años de la dictadura fujimorista. Es importante subrayar la prolongación de estas labores por parte del gobierno de transición del presidente Valentín Paniagua, aún cuando en muchos casos, las trabas burocráticas obligaron a usar la forma del indulto como la solución más inmediata posible, estigmatizando a los inocentes liberados y confundiendo a la opinión pública. Lanssiers fue un sobreviviente de la II guerra mundial y un incansable luchador por los derechos humanos.

(6) Contingente porque es susceptible de verse envuelta en las circunstancias de la política y las tensiones de la deliberación. La verdad en este sentido es también debatible.



BIBLIOGRAFÍA

DUSSEL, Enrique
2007       La filosofía de la liberación ante el debate de la posmodernidad y los estudios latinoamericanos Puebla; UDLA

FORNET – BETANCOURT, Raúl
2009        Teoría y praxis de la filosofía intercultural; Verlagsgruppe Mainz in Aachen

LOPEZ SORIA, Jose Ignacio
2007       Adiós a Mariátegui Lima; Fondo editorial del congreso de la república

GAMIO, Gonzalo
2009      Tiempo de memoria, reflexiones sobre derechos humanos y justicia transicional Lima; IDEHPUCP

RORTY, Richard
Derechos humanos, racionalidad y sentimentalismo

TODOROV, Tzvetan
2000       Los abusos de la memoria  Barcelona; Paidós asterisco

WALZER, Michael
2001      Guerra, política y moral Barcelona; Paidós.

HATUN WILLAKUY, informe final de la comisión de la verdad y reconciliación del Perú

TAYLOR, Charles
1995      Argumentos filosóficos  Cambridge

LYOTARD, Jean – Francois
1989       La condición postmoderna  Madrid; Cátedra

HABERMAS, Jurgen
Modernidad, un proyecto incompleto

martes, 30 de septiembre de 2014

Desmarcando al Perú



Tal vez pocos países en el mundo poseen tanta diversidad natural y cultural como el Perú. Es en esa riqueza donde radica paradójicamente su complejidad. No encontramos en estas tierras más puntos de encuentro que la idea occidental de empaquetar todo en un concepto mercantil. La marca Perú es el síntoma del desconocimiento más profundo de la realidad que pretende reivindicar, se acerca a ella desde una posición única y monocorde. No hay posibilidades críticas al respecto; los autores están realmente convencidos que así es la cosa.

López Soria en Adiós a Mariátegui parte de una premisa indispensable para pensar un país, no enclaustrarse en posiciones inamovibles. La filosofía demanda un diálogo intercultural entre todos los representantes de una comunidad viva, sin condicionar a las minorías ni a los discursos divergentes. Lopez Soria y Touraine se preguntan: ¿Podremos vivir dignamente juntos siendo diferentes?

La respuesta la encuentra en el factor de la falibilidad, el desmoronamiento de la idea de verdad y de todo fundamentalismo moderno. La constitución de estados multinacionales y poliétnicos demandan una política de diálogo horizontal en donde todos sean convocados en función de sus propias autonomías y no bajo el paraguas de una marca que piensa al país como una gran corporación. Los nacionalismos homogeneizantes no tienen lugar, la verdad es múltiple y las formas de acceso al consenso, aún dando cabida a la opción del disenso, no las define el modelo imperante ni ningún otro modelo alternativo; la verdad, desde esta perspectiva, no es algo que uno encuentra con el ejercicio de la razón; es más bien algo que se va construyendo dinámicamente en diálogo con el otro, dice López Soria.

Al colocar la multiplicidad cultural en un set diseñado por la mirada hegemónica del mercado lo que hace es asumir que el punto de partida ya está definido per se y al convertir esta convocatoria empresarial en una política de estado socava más la brecha alienando a las personas disonantes con esos supuestos valores. Es decir, pone énfasis en un solo modelo cultural valiéndose del sentimentalismo propio de las formas publicitarias que incentivan justamente al consumo por el consumo mismo. Bajo esta mirada los ciudadanos dejan de ser sujetos sociales para convertirse en consumidores, productores, meros actores instrumentales del modelo económico vigente.

Todo esto se asienta en los fundamentos originales de la modernidad, que encumbra una única ciencia; la razón y una noción de universalidad aplicada a todos los estamentos y disciplinas que comprenden a las sociedades occidentales. Hay una suerte de occidentalización del mundo como si esta fuese la epifanía capital, y en donde las esferas de Waltzer se confunden y pierden su autonomía y las políticas de reconocimiento de Taylor no logran afianzarse como formas de intercambio de reflexión y de sentido.

No es suficiente reconocer a un país en su dimensión multicultural. Ellos están ahí y nosotros estamos aquí, el respeto no garantiza su progreso. La interculturalidad es tender puentes entre las islas multiculturales para retroalimentar la experiencia. Nuestra identidad también está en el otro - diferente y la construcción de sentido pasa por esa enorme autopista donde lo mío dialogo con lo tuyo de manera legítima. Todos los interlocutores de un país deben ser legítimamente reconocidos, más allá de los acreditados por los gobiernos y por los actores fácticos.

López Soria indica de esta manera el camino: “El pensamiento postmoderno propone una filosofía de la intersubjetividad que considera al sujeto como hechura de relaciones sociales que, sin embargo, no disuelven la identidad individual” Este proceso se centra en el reconocimiento de la identidad del individuo mas que en el acuerdo mismo. No tenemos que dejar de ser diferentes para vivir dignamente juntos, ese es el reto de la postmodernidad.

La idea de asignar una marca a un país es completamente desalentadora. No solo por la connotación material que esta supone sino por el reduccionismo fácil como alternativa al diálogo que la problemática social requiere. ¿Qué hay de las otras miradas? De las que no aceptan que la idea de un país se consolide en el consumo y en la inversión privada sino que estas sean consecuencias circunscritas al ámbito de lo económico sin pretender invadir campos ajenos a su naturaleza. Que por el contrario ésta idea se potencie en la generación de sentido por ciudadanos que se reconocen entre ellos como tal y con ello se multipliquen las posibilidades de solidaridad, empatía, cooperación y diálogos que se traduzcan en iniciativas políticas abarcadoras pero diferenciadas.

Tal vez hoy sea mejor ponerle pausa a tanta conceptualización comercial, a tanta supremacía del branding y repensar desde otros ángulos la forma en la que nos acercamos al resto. Ser embajadores genuinos del Perú supone mucho más esfuerzo y comprensión, mayor empatía, que la aplicación sistemática de fórmulas clichés, publicitarias, emocionales; a fin de cuentas moldes vacuos y fáciles para potenciar un producto, no un país.

sábado, 7 de junio de 2014

El hombre problemático

El asunto de la modernidad no es un tema fácil de abordar, sus inquietantes contradicciones – que con frecuencia conducen hacia la entropía y el caos – no son menos paradigmáticos que los triunfos alcanzados por la técnica y la razón a lo largo de los últimos doscientos años. Vemos, como señala Berman parafraseando a Marx, que todo lo sólido se desvanece en el aire y que el todo coherente, promesa de la ilustración, se resquebraja cada vez con mayor rapidez, se desmorona como un castillo de naipes en medio del temporal.

El contrato social suponía darle un orden a la existencia humana, ordenarla en principios apriorísticos y universales (Kant), consolidar un sistema de instituciones que garantizarán el verdadero ejercicio de la libertad, donde se manifieste todo el potencial de la voluntad libre (Hegel). Un tejido social fortalecido después del aniquilamiento del antiguo régimen; así se levantaba la modernidad anunciando la luz del nuevo día, pero sus estructuras, sus cimientos, apenas podían sostener, con suficiente rigor, el enorme proyecto que pretendía poner en marcha.

El hombre moderno es libre al fin, pero no sabe para qué. Esa libertad lo desborda, lo confunde. Weber observa en esta libertad el problema medular de la modernidad. Ahí ha fracasado la ilustración, ha confeccionado un traje para un maniquí, no para un hombre. Este encumbramiento de las libertades, de la razón como medio regulador de las acciones humanas y el desmoronamiento de las instituciones tradicionales, de las castas y del orden pre concebido y eterno del antiguo régimen ha desatado torbellinos. No solo ha muerto Dios, ha muerto el sentido, la atmósfera se ha enrarecido de agitación y turbulencia, “mareo y ebriedad, expansión de nuevas experiencias, destrucción de los límites morales y ataduras personales, fantasmas en la calle y en el alma” (Berman:70).

La modernidad, y con ella sus puntales de lanza; la democracia representativa y el capitalismo, ha occidentalizado el planeta y han regado sus intersticios de techné, hedonismo e individualidad. Nadie se ha salvado de la vorágine del consumo masivo y de las necesidades creadas. Ni siquiera los artistas e intelectuales cuyo única manera de existir es alimentando al mismo sistema que lo esclaviza, con su exigencia creativa cada vez mayor y su aparente tribuna abierta, ambas cada vez más inofensivas. Nos han seducido a todos, nos hemos creído el paradigma del hombre moderno, ilustrado y libre hasta tal punto que hemos sido incapaces de desarrollar una perspectiva crítica. El embelesamiento de las vanguardias, la propulsión del nihilismo y la creencia de tener absolutamente todo a la mano nos ha vuelto cómplices silenciosos de una nueva forma de dominio.

Por eso Berman hace bien en traer a Marx de nuevo, porque más allá del camino que este pueda trazar, lo que debe ser considerado, hoy más que nunca, son las preguntas que formula. Marx es un modernista genial por la capacidad de entender la problemática de los mecanismos de producción y cómo estos mecanismos afectan al individuo moderno. El capital es en sí el elemento que opera detrás del telón las acciones que adoptan las sociedades. No existe nada puro en ellas. Ni siquiera las ideas más subversivas están emancipadas del mercado, operan en él.

Nadie es realmente libre en la sociedad capitalista, cada vez más amplia, nadie está a salvo en ella, por el contrario, la sociedad burguesa se ha tornado ella misma en una sociedad proletaria, en una fuerza de producción al servicio de una nueva clase hegemónica. Lo que Berman propone a través de Marx es que los modernos “deberían aprender que podrían ofrecerles algo mejor a cambio (a la sociedad): una capacidad superior para imaginar y expresar las relaciones infinitamente ricas, irónicas y complejas que existen entre ellos y la “sociedad burguesa moderna” que tratan de negar o desafiar. La fusión de Marx con el modernismo disolvería el cuerpo demasiado sólido del marxismo – o por lo menos lo entibiaría y ablandaría – y, al mismo tiempo, daría al arte y al pensamiento moderno una nueva solidez, dotando a sus creaciones de una insospechada resonancia y profundidad. El modernismo se revelaría como el realismo de nuestro tiempo”(Bermann; 121)

La percepción del trabajo en Marx se aproxima más al pensamiento de Rousseau que al que sus detractores buscan adjudicarle. El trabajo enajena al hombre porque le resta el tiempo para explorarse a sí mismo. Si bien Marx no se aproxima a desarrollar un aspecto artístico o espiritual en su acercamiento al hombre es más humano, ciertamente, que los fundamentos que el capitalismo moderno trata de imponer.

Hay un tránsito ineludible de la humanidad a través de la modernidad y del capitalismo, no ya para alcanzar las directrices del manifiesto comunista, sino para el propio desarrollo de su propia conciencia. Un nuevo germen debe brotar de las manifestaciones críticas para que se levante un nuevo hombre que ya habiendo experimentado el caos y las tinieblas, exacerbado el deseo, las pasiones, la explotación, el espectáculo y el miedo al abismo, afirme una nueva identidad que lo colme de sentido. Para eso tal vez tenga que tomar distancia, cansado de los rayos multicolores que acosan sus movimientos, y replantear, en la cuestión colectiva, el rol de la modernidad en el devenir del hombre.

- Berman, Marshall (2008) Todo lo sólido se desvanece en el aire. Siglo XXI
- Marx, Karl. El Manifiesto Comunista
- Weber, Max. La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Alianza (2012)

miércoles, 28 de mayo de 2014

Algunos apuntes sobre la globalización

Un grupo de bantús semidesnudos corren a través del litoral en el cuerno de áfrica. El mayor no tiene más de quince, frente a ellos una imagen absolutamente apocalíptica se despercude de la arena salada con ayuda del fuerte viento de esa época del año. Dos barriles oxidados semejantes a los de crudo, con una etiqueta de advertencia imposible de comprender han encallado en sus costas. Están abiertos, perforados por la humedad, deteriorados y malolientes; ellos no lo saben, descubren con curiosidad su textura, juegan alrededor de ellos. La amenaza ha venido del mar.

 Ciento cincuenta millas mar adentro una embarcación precaria transporta bajo la canícula a una cuadrilla de sujetos ligeramente armados. El motor fuera de borda dibuja en el índico una estela diáfana como si estuviera descubriendo una ruta ya trazada bajo la superficie. Los rostros quemados por el sol no transmiten mayor información. A lo lejos aparece la inminente figura de un barco pesquero. El escenario ya está a la vista, tendido sobre el horizonte.

Ambas imágenes muestran dos efectos determinados; ambas son consecuencias de una hegemonía mundial inalterada. El colonialismo decimonónico de Leopoldo II y de las potencias imperiales europeas se extrapolan al siglo 21. Ya no son los cañonazos con los que el Marlow de Conrad descubría la naciente del río Congo sumergiéndose en ese corazón tenebroso donde la aniquilación de los salvajes para extraer el oro y el marfil de sus entrañas eran pan de cada día. Ahora las necesidades empujan a las potencias a un nivel más sofisticado de penetración. Los mass media se encumbran como la nueva central de propaganda y la globalización desempeña un rol fundamental y necesario para sostener la legitimación de estas nuevas (o antiguas) formas de poder.

El nuevo desorden mundial del que habla Zygmunt Baumann al referirse al libro del mismo nombre de Kenneth Jowitt apunta a poner sobre el tapete la carencia de control que era más bien propio de la guerra fría. La polarización generada por la confrontación de las superpotencias permitía mantener vigente la ilusión del equilibrio. Antes el sentido estaba delimitado por este eje. Los Estados se mantenían firmes y su función integradora era vital. Con la caída del muro la atomización se ha disparado y ha encontrado su punto culminante en la globalización y en las nuevas tecnologías. Virtualmente el presente vuelve a ser un terreno desconocido, caótico, inabordable, asimétrico, una promesa y un reto de conquista aún poco claro pero con suficiente adrenalina en ella como para encender todos los motores.

La fuerza anónima de las trasnacionales son fuerzas fantasmas que han ocupado el globo y han usurpado las funciones del Estado. La economía agenda las directrices políticas, los supermillonarios acumulan el 80% de la riqueza del mundo y resulta imposible pensar en mantenerse emancipado de las influencias externas. La soberanía nacional está en su etapa más precaria y es tal vez su necesidad reivindicativa, su fortalecimiento, devolverle a su investidura algo más que el poco digno rol coercitivo y de rufían de las corporaciones al que ha sido relegado hoy en día. Esta es la tarea que tal vez deba asumir en el futuro para devolverle un balance y un orden a las cosas.


Conectando los puntos

El africa de Conrad no está tan lejos del áfrica actual. La pandilla de bantús descubre en el artefacto encallado deshechos radioactivos. En algún lugar del planeta hay que esconder la basura y áfrica es la mejor alfombra. El Mediterráneo agoniza por la sobrepesca, la contaminación y el calentamiento global, se rumorea que ya es un mar muerto. Una guerra civil es el escenario perfecto para lo que Baumann refiere al señalar a “los nativos lejanos”, a los que hay que ayudarlos pero manteniéndolos en su condición de nativos remotos. El vacío de poder y las luchas tribales, consecuencias además directas del colonialismo promovido por la potencias (la sociedad internacional para la supresión de las costumbres salvajes) es un escenario ideal para cosechar lo que en el mediterráneo ya no se puede sembrar.

El secuestro del Alacrana es noticia mundial. El atunero vasco faenaba en aguas internacionales cuando es abordado por un grupo de piratas somalíes. La opinión pública se escandaliza y toma partido. El análisis demanda mayor profundidad, nadie está dispuesto a hacerlo. Europa se enriquece a costa de sus conquistas de ultramar y un siglo después levanta muros para los damnificados, le da la espalda a sus daños colaterales. No obstante ello no se discute, un velo de impunidad se levanta y nuevamente el mito del salvaje incivilizado sirve de pretexto.

Los tigres asiáticos son los héroes del progreso, la cámara cierra el plano y no deja ver las fronteras del set que ocultan la miseria, la miopía es buena para alentar el mercado. La represión china y la ausencia de democracia es irrelevante. Lo que está fuera de cuadro no existe. El dinero pasa rápidamente de un lugar a otro. Nokia representa el 4% del PBI finlandés y Volvo ya ha sido vendida a la trasnacional Zhejiang. El destino de Nokia es incierto, Finlandia se mantiene en el ranking de los países ricos pero ya se sienten los pasos del desempleo.

Las respuestas sistemáticas de los grupos de influencia y los lobbistas de las megacorporaciones no convencen, no lo pueden hacer porque su naturaleza es la de un sociópata. Llenar sus arcas, superar los récords y alcanzar el superávit deseado es su obsesión. Ya han adquirido los medios masivos necesarios para tapar sus excesos, en el tiempo de la información la información es lo más manipulado.

Todas estas amenazas que la globalización ha generado en un mundo finito se han dado por medio de un trucaje que pocos han advertido. Algo pasó, dice Bauman, en algún momento esas iniciativas y emprendimientos dirigidos a fortalecer la “civilización”, el “desarrollo”, la “convergencia”, el “consenso” se desviaron del camino; la universalizad de la que daban cuenta con esperanza fue abducida y en su lugar nos dejaron con un concepto de globalización carente de un telos, de un sentido más profundo que la preocupación por los efectos climáticos globales en los que parece encarnarse la única percepción negativa de esta globalidad.


Suban el telón

La sacralización del concepto de globalización y sus acepciones “positivas” se van volviendo fundamentalmente incuestionables. Su connotación es ahora la de una verdad y un camino absoluto para el destino de la humanidad. Este sentido parcial y determinado por el grupo de poder se traduce en los innumerables canales y medios que exaltan las características más primarias del individuo. El sexo, la juventud, la adquisición de placeres inmediatos, la saturación mediática y la discusiones banales. Todo esto esconde los desplazamientos económicos, el mantenimiento de los mismos status quo de los poderosos y deja a los seres humanos sumidos en una suerte de sucedáneo virtual.

La globalización impacta en las comunidades locales y las incongruencias de cómo se atienden estos impactos, el desempleo que generan y la ausencia de alternativas son alarmantes, las fugas de capital promovidas por el estado y el gasto público ya no están directamente conectadas con el ciudadano y sus necesidades a largo plazo. Este es otro síntoma de la fractura del trípode que menciona Bauman, la soberanía solo es militar, la economía y la cultura están en función de otros intereses.

Hay un caso reiterado de minorías relegadas que piden a gritos que vuelvan a subir el telón, los osts en Pomerania occidental y en neu Brandemburgo reclaman que se detenga esta integración forzada después de la caída del muro. Antes tenían un orden y una vida, ahora les ha alcanzado el leviatán y el caos. La ausencia del sentido no le viene bien a todos.

El vacío de poder en Somalia es otro target para alcanzar las miserias locales y afianzarlas mientras se succiona el nuevo oro y el nuevo marfil. Las masacres internas son al final de cuentas promovidas por la misma mano que sostiene el megáfono de la globalización a través de prebendas armamentistas. El efecto Kulechov es un fenómeno del montaje cinematográfico en el que la comprensión semántica de una escena es influenciada por la correlación de los fotogramas. Las imágenes cambian de sentido cuando la que las precede es la hambruna y no el salvajismo cultural, o la impotencia y la indiferencia y no la satanización del indígena.


Estado Mundial

La mundialización de todos los ámbitos de la vida humana ha relegado a la justicia – aún cuando las cortes internacionales han cumplido una inmensa labor en materia de derechos humanos y ordenamientos territoriales – a un plano aún periférico. La vorágine de las comunicaciones y el frenético movimiento de capitales no han asentado las bases para ejercer una reflexión que ahonde en la problemática de estos tiempos.

Acaso los estados deben volver a fortalecer sus injerencias soberanas en materia de economía y cultura, y por supuesto en justicia. Darle el enfoque de universalidad en donde se exponga en la argumentación el carácter de falibilidad necesario para tender puentes hacia los modos que pugnan por eludir el saco en donde todo cabe y todo se aplica, y en donde se puedan generar además demandas internacionales, denuncias evidentes ante hechos de abuso de las superpotencias y de los mercados controlados por las corporaciones.

Tal vez así entendamos que el secuestro de la hija de Thievaut también se debe a los procesos colonizadores brutales de las potencias que han generado enconos arraigados en el tiempo y que la conciencia de occidente no se puede limpiar adjudicándole a los otros mentalidades salvajes y culturas hostiles.

 * Bauman, Zygmunt. “Después del Estado Nacional…¿qué? En: La globalización. Consecuencias humanas. Buenos Aires: FCE 2008, p- 75 – 102. 
* Jowitt, Kenneth. “The new world disorder” En: The Lenin Extinction. University of California press, 1992. 

martes, 13 de mayo de 2014

La filosofía como una obra de arte

A propósito de Badiou quien reflexiona en torno a un histórico vínculo entre la poesía y la filosofía se me ocurre tal vez estirarla incluso más allá de Rimbaud. La filosofía es narrativa, y el precepto básico de la narrativa, o de la literatura por encima de todas las artes, es la de ordenar las cosas, ordenar el mundo, ordenar la vida. El sujeto autor, que se expresa en función de revueltas, que está en constante batalla con su misma condición trágica, arrojado a una existencia sin respuestas, formula en su discurso una serie de correlaciones que le otorguen sentido y que le den una cierta verosimilitud a su relato. 

Badiou otorga cuatro dimensiones al deseo de filosofar: La dimensión de la revuelta, la lógica, la universalidad y el riesgo. Las cuatros fracturadas por la modernidad. La revuelta es enmarrocada por la apariencia de la libertad ya decretada que se pone al servicio de un sistema que comercializa la idea misma de libertad. La lógica se presenta desconectada y desprovista de rigor; la emocionalidad del espectáculo de la comunicación masiva la toma por asalto y la asemeja al sucedáneo del mundo feliz de Huxley. Sobre la universalidad; la atomización de la vida en que vivimos es palpable en cada actividad que realizamos, ya no hay lugar para los modelos sagrados y las verdades absolutas, la fragmentación empujada por las nuevas tecnologías y el desvanecimiento de los meta discursos han acabado con ella. Por último el riesgo supone desafiar todas las comodidades en las que nos hemos ido asentando, hemos renunciado al valor de enfrentarnos a los peligros del azar, al querer controlarlo todo ya nadie quiere tirar los dados.

A este deseo tetradimensional, dice Badiou, la filosofía contemporánea agrupa tres frentes; La corriente hermenéutica, la corriente analítica y la corriente posmoderna. La primera se refiere al concepto central de la interpretación que encabeza sus filas con Heidegger y Gadamer, la segunda cuyo estandarte es la regla y los estrictos límites en los que la enunciación cobra sentido tiene en Wittgenstein y Carnap a sus principales representantes. Finalmente en la tercera los cañones apuntan a la deconstrucción de la idea de totalidad, a disolver la ideas modernas del sujeto histórico, del progreso, de la revolución y el ideal de la ciencia, encarnan sus voces Jacques Derrida y Jean - Francois Lyotard.

 Badiou reconoce en estas tres propuestas ciertas características comunes, la primera, negativa, es que las tres ya no están en posición de defender una metafísica, que la verdad objetivizada ya no se puede dar y que esta necesidad de verdad debe ser sustituida por una filosofía orientada a la búsqueda del sentido. La característica positiva, y esto es central en Badiou, es la pregunta por el lenguaje, ya que es ahí donde el pensamiento busca desentrañar el sentido. La pregunta por el sentido reemplaza a la clásica pregunta por la verdad.

Ahora, la gestación de una obra de arte reúne varios de los requisitos que Badiou expone para saltar con éxito la brecha generada por la modernidad. La aceptación del lenguaje como horizonte absoluto del pensamiento pre supone la coexistencia de diferentes formas de expresión. El principio de interrupción es el mismo principio crítico de rebeldía en Camus, de no conformidad con el status quo que subordina al hombre, en este tiempo, a la mercancía del dinero y la información. Pero esta interrupción alberga la esperanza que supone un lienzo vacío o una hoja en blanco. Porque es replantearse, ya no desde el panóptico sino desde nuestras diminutas islas personales y divergentes la forma más asertiva de acercarnos al mundo.

Para Badiou estas tres corrientes ya no sirven en su totalidad, hay que partir de las cosas y ya no del lenguaje, hay que ralentizar el proceso del pensamiento, hay que tomar distancia del mundo. A tiempos veloces debemos imponer pausas necesarias para que no nos arrastre al caos. Pero el lenguaje no son solo palabras, y la velocidad no es siempre violenta. La filosofía del acontecimiento, que es la propuesta de Badiou, donde lo singular predomina por encima de lo universal, en términos contrapuestos a lo que Descartes, Hegel y Kant tenían en mente aún carga con los rezagos de la modernidad, lleva adherida al cuerpo las esquirlas de esa idea de verdad a la que Badiou no quiere renunciar. Las necesita para enfrentarse a la equivocidad del sentido, pero el sentido está incluso más allá de la equivocidad.

Una obra de arte no acepta concesiones, lo aracional convive con lo racional, la honestidad que salta de las entrañas como un demonio demanda sacrificios y rituales y también sosiego y reflexión. Si algo nos anima en la post modernidad es el deseo de llevar al paroxismo nuestros propios límites, el arte está para ordenarnos en ese profundo y solipsista abismo al que nos enfrentamos, no está en función del mundo de la razón y del sistema del lenguaje formal, ni de los arquetipos, ni las convenciones de un modelo determinado, sino que se yergue para construir un relato propio colmado de ensayos y errores, un relato que incluya también a la mercancía, a la información, a la multiplicidad tecnológica y a la obsesión por la seguridad.

Este relato impregnado de autenticidad puede empezar – a medida que encaja sus primera líneas – huérfano de sentido y encausarse, con el tiempo, hacia un devenir más pleno, hacia una obra de arte.



*Badiou, Alain "El deseo de filosofía y el mundo contemporáneo". En: La filosofía, otra vez. Madrid:Errata natural, 2010, p.49 - 66.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Alegato por Cajamarca


Los hechos ocurridos en Cajamarca han desatado una oleada de emociones políticas y sociales que me instan a hacerlo impulsado por el acto urgente de desentrañar las razones finales de nuestra realidad. El trasfondo de esta crisis, una más de las innumerables que aquejan al país y que para algunos liberales son manifestaciones naturales del crecimiento, daños colaterales, alteraciones inevitables que buscan reacomodarse ante el avance inminente del progreso, reside en elementales nociones de la existencia humana. No sirve de nada que nos convenzan de las virtudes de la tecnología de punta o que nos aseguren el mejor tratamiento de las aguas y manantiales, o que todo sea en aras de la mejor y más adecuada redistribución de los recursos, no puede funcionar ninguno de los argumentos esgrimidos por el gobierno, por los medios de comunicación masiva o por la opinión pública educada cuando el asunto, finalmente, no está circunscrito al ámbito racional sino al de la intuición.

1. Dicen que el mejor gobernante es el que sabe que es lo mejor para el pueblo sin que incluso este lo sepa.
Al contrastar las noticias que se no presentan a diario solemos someterlas al criterio de nuestra realidad, del paradigma de nuestra propia vida. Si este paradigma está profundamente condicionado por una forma de entender las cosas nos resultará improbable que surja la empatía. Los sucesos en el norte del país serían, según los liberales comunitaristas, la probable consecuencia de la ausencia reivindicativa del reconocimiento y los efectos de lo que Taylor llama las tres formas de malestar de la modernidad: El individualismo, el uso de la razón instrumental y la mecanización de la sociedad.
Esta tríada contingente de Taylor es el resultado de un modelo de pensamiento comprometido con los derechos individuales amparados por un estado neutro y de un abuso sistemático de la moral universalista que llevado a sus últimas consecuencias deviene en una completa ausencia del sentido de la vida. Suponer la palabra independiente del lenguaje, ignorar la naturaleza esencialmente dialógica del ser y traspasar las fronteras de las esferas particulares para ejercer el predominio y la hegemonía de un bien por encima de otros (Walzer) conlleva a fracasar cualquier intento por explicar los procesos sociales.
Cajamarca adolece hoy en día del impacto de un capitalismo que le llega tarde, que la tomó de improviso luego de dos décadas de crisis y terrorismo y que la dejó en manos de la empresa que detenta el historial más cargado de irregularidades y atropellos de la región. Hoy, ellos, los “antimineros”, hablan con palabras de un lenguaje que no quiere ser interpretado. Cada 10 dólares de aumento en el precio internacional del oro significan 35 millones de dólares más de utilidad para la empresa. El tiempo es oro en ese paradigma hegemónico y eurocéntrico, – suficiente para taponearse bien los oídos y decir “no entiendo” – las minorías no son legitimizadas, la razón universal es clara con sus principios; lo que es bueno para mí debe ser bueno para el otro. Y uno se pregunta, ¿es razonable operar bajo estas premisas cuando la globalización es un panóptico desde el cual el resto del mundo nos observa? ¿Es estratégico atropellar opiniones divergentes en nombre del desarrollo y del crecimiento? ¿No es más prudente tomarse el tiempo debido para solucionar las crisis sin exhibir la barbarie y la violencia en cadena mundial y luego, en circunstancias más apacibles, extraer la riqueza?
La respuesta proviene de analizar las variables de temporalidad. El largo plazo está subordinado al corto. El crecimiento económico comprende una dimensión diferente del tiempo del que lo supone el reconocimiento y la empatía. Un año dedicado al ejercicio del diálogo, cuanto menos, y al ordenamiento minero es demasiado para el mercado. La justicia procedimental, la moral universalista, la ética discursiva nos dictan otras premisas. La redistribución está antes, la necesidades económicas son lo primero, luego vendrá el reconocimiento. Claro, todo esto tendría sentido si el planeta, y los recursos, no fueran finitos; si el fin justificara los medios.
Cuando nos convencemos de que el conflicto en Cajamarca es eminentemente social dejamos de insistir en justificar lógicamente los argumentos a favor del peritaje. También dejamos de ejecutar el reconocimiento erróneo del que habla Frazer al tildar a cada manifestante, o activista, de antiminero, radical y violentista (En todo caso, “la política es radicalidad y la historia es transacción” Jose Carlos Mariategui invocado por Santiago Pedraglio en una conferencia reciente en la PUCP para explicar que pactar es el resultado inminente de un proceso político)
Al hacer este trascendental acto de comprensión deberíamos ser capaces de entender que el multiculturalismo, el derecho colectivo y la libertad “situada” no pueden ceñirse a interpretaciones racionales universalistas. Las intuiciones toman múltiples formas para llenar los vacíos interpretativos y es así como un rondero, acreditado en una coyuntura particular por el estado para enfrentar a la subversión termina siendo, en otro contexto, “enemigo del estado de derecho” al no poder hacer inteligible su protesta por carecer de los códigos del discurso comunicativo del sector dominante. Sabe que algo está mal, su intuición se lo señala así, pero no llega a estructurar conceptualmente eso que está mal con el rigor que su interlocutor en el poder le exige. Él, al igual que otras minorías no reconocidas, posee legítimamente las razones de la injusticia y esa certeza que ayer lo llevó a tomar las armas contra sendero hoy lo enfrenta, en una esfera diferente de justicia, a la minera.
Aquí es cuando la enorme ausencia del estado y sobretodo de un partido político, esencialmente involucrado con los profundos temas sociales se desborda. No hay quien tome esas voces de reclamo y las canalice ordenadamente hasta el gobierno central. Hay que interpretar ese grito caótico y desordenado para saber si lo que se tiene es hambre o dolor, o frío o temor, o necesidad. El descontento se atomiza, la igualdad simple nos engaña, hay que acercarse más.
La compasión, la solidaridad, la empatía y el reconocimiento irrumpen por la puerta falsa del edificio del contractualismo cuando el horizonte moral es desconocido por el pensamiento predominante. Ahora ya no es suficiente lo que antes parecía serlo. Las contingencias humanas, que siempre han mellado la justicia social del liberalismo redistributivo al no problematizar la explotación y la mercantilización del individuo y su sociedad, perdieron a su voz defensora luego de verse dramáticamente enterradas en un laberinto oculto por una nube negra luego del desmoronamiento de los países del bloque comunista, laberinto del que aún les cuesta salir renovados y con el nuevo rostro que la post modernidad les exige.
El fracaso de un modelo (el comunismo) no desvirtúa la validez de sus preocupaciones en la misma medida en que el fracaso de la aplicación de un modelo en uno o en determinados países no desvirtúa la capacidad del modelo en sí. (Es el caso de los estados de bienestar en el que con el mismo criterio de reconocimiento erróneo se ha intentado poner a todos en un mismo saco; Alemania y los países nórdicos son la clara muestra de los casos exitosos de la socialdemocracia frente a Grecia y los países mediterráneos, que aún sin ser precisamente estados de bienestar, se les etiqueta para buscar la polaridad emblematizándolos por no haber logrado sacar adelante sus economías apuntaladas por ambiciosos programas sociales cuando el diagnóstico más bien supone una corrupción endémica y una ineficiencia insostenible)

2. Si tu fotografía no es buena es porque no te has acercado lo suficiente (Robert Cappa)
Entonces ¿nos quedamos absortos frente a la bifurcación que señala por un lado a las políticas de reivindicación distributivas y por el otro a las de reconocimiento? Nos entrampamos en lo que “algunos defensores de la primera, como Richard Rorty, Brian Barry, y Todd Gitlin, insisten en que la política de la identidad es una diversión contraproducente de las cuestiones económicas reales, que balcaniza los grupos y rechaza unas normas morales universalistas” (Frazer 2008; 89) o por el otro lado Charles Taylor, Michael Walzer e Iris Marion Young al insistir “en que una política de redistribución que haga caso omiso de las diferencias puede reforzar la injusticia, universalizando en falso las normas del grupo dominante, exigiendo que los grupos subordinados las asimilen sin reconocer en grado suficiente los aspectos característicos de estos” (Frazer 2008; 89) En el primer caso la economía se alza como el único argumento válido de la lucha política mientras que en el segundo lo hace la transformación cultural.
Para Nancy Frazer está antítesis es falsa. Si bien es cierto existen en los extremos del espectro problemas de una u otra índole la norma es la bidimensionalidad. La clase social y el estatus están reconciliados en aspectos tan medulares como lo son la raza y el género.      
Las exigencias actuales han desplazado el modelo de la redistribución hacia el de reconocimiento pero no se puede prescindir de una o subordinar a la otra. 
Waltzer propone, dentro de la concepción de la justicia del reconocimiento que la igualdad compleja debe imponerse a la simple, ya que esta última, como consecuencia del colapso del predominio de un bien lleva a la sociedad a la alienación, al narcicismo y al desencanto: “Los principios de justicia son en sí mismos plurales en su forma; que bienes sociales distintos deberían ser distribuidos por razones distintas, en arreglo a diferentes procedimientos y por distintos agentes; y que todas estas diferencias derivan de la comprensión de los bienes sociales mismos, lo cual es producto inevitable del particularismo histórico y cultural” (Walzer 2001; 19). Para Taylor le sentiment de´l existence de Rousseau simboliza la idea de libertad autodeterminada en cuanto que: “yo soy libre cuando decido por mi mismo sobre aquello que me concierne en lugar de ser configurado por influencias externas” (Taylor 1998; 63)
Para ambos liberales comunitaristas la sociedad humana es esencialmente una comunidad distributiva en la que el individuo, para definirse, no puede sustraerse a su entorno más próximo que es en el cual su identidad adquiere significación. El historicismo y la tradición hegeliana se oponen así al imperativo kantiano.   
Frazer los repotencia, los trasciende efectivamente para acuñar la figura del reconocimiento en la otra cara de la moneda de la justicia social: la redistribución.
Uno de los ejemplos planteados es el siguiente: “La estructura económica genera formas racialmente específicas de mala distribución. Los inmigrantes racializados y las minorías ética padecen unas tazas desproporcionadamente elevadas de desempleo y pobreza y están representadas en exceso en los trabajos serviles, con salarios bajos. Estas injusticias retributivas solo pueden remediarse mediante una política de redistribución”(Frazer 2008; 93)
Y a la vez, “en el orden de estatus, los patrones eurocéntricos de valor cultural privilegian los rasgos asociados con la “blancura” mientras estigmatizan todo lo codificado como “negro”, “moreno” y “amarillo” (…) en consecuencia, los inmigrantes racializados y/o la minorías étnicas se consideran individuos deficientes e inferiores, que no pueden ser miembros de la sociedad (…) Estas injusticias, daños prototípicos de reconocimiento erróneo, solo pueden remediarse mediante una política de reconocimiento” (Frazer 2008; 93/94)
En definitiva Frazer propone revisar los parámetros modernos de la filosofía política reivindicando, más allá del reconocimiento, al estatus en lo moral, en lo social buscar la mutua interacción de ambas caras de la moneda para evitar el desplazamiento de la distribución y en lo político corregir la redistribución y el reconocimiento erróneo por medio de la normatividad de los participantes. El objetivo es mitigar los efectos de la reificación que se suelen traducir en prácticas xenófobas, chauvinistas y de intolerancia enraizada, el desplazamiento que exacerba las desigualdades y el desencuadre, que al marginar a actores esenciales truncan la legítima justicia social. En este plano cabe enlazar esta idea de Fraser con la teoría de las esferas de Walzer para que no exista una extrapolación de autoridad en ámbitos que no les son propios. Es decir, determinar “que materias son genuinamente nacionales, cuáles locales, cuáles regionales y cuáles mundiales” (Frazer 2008;98) y llevando esto únicamente a los extremos del modelo en donde las condiciones en materias de redistribución y de reconocimiento se dan per se.
Comprender la complejidad de las relaciones humanas demanda un acercamiento fenomenológico indispensable dada la movilidad de los procesos sociales y sus constantes cambios. Integrar todas las variables nos obliga a subir a la montaña más alta para divisar el panorama amplio y a la vez volver a la caverna a defender las autonomías y corregir los errores inmediatos (el todo y las partes). Descuidar ambos espectros de la justicia conduce por un lado al riesgo de la dominación mediante el dinero y el poder y por el otro a un aislamiento improductivo y fundamentalista de las minorías y de los grupos periféricos.    


3. Le sentiment de l’existence
En mi contexto laboral, que es en gran medida el mismo que el personal, ese sentimiento de la existencia rousseano está presente como una máxima que se asemeja íntimamente a la idea aristotélica de la felicidad encontrada en el ocio (creativo) y la contemplación. Es difícil transcribir las intuiciones, pero su fortalecimiento radica en hacer de ellas un hábito. Creo firmemente en el hombre como un animal político imposibilitado de desprenderse de sus lazos sociales. Tomarse demasiado en serio la vida en un sentido individualista – cuando manifiestamente es inducida por algún mecanismo interesado – resulta inútil . Priorizar y poner límites conduce al equilibrio, el entusiasmo por el diálogo al balance. En todo caso considero que el camino a seguir más sensato, tanto para Cajamarca como para mi y mi país, en el más amplio sentido de comunidad, es el reconocimiento constante del otro, la empatía, la capacidad de adecuación, y de comprender que la auténtica libertad nunca puede estar subordinada al progreso, ni a las necesidades más excelsas de la razón, ni a un bien hegemónico insaciable. Ni a nada que atente contra el estado de paz que  le sentiment de l’existence* representa.

(*) “el sentimiento de la existencia despojado de cualquier otro afecto es por sí mismo un sentimiento precioso de contento y de paz que bastaría por sí solo para convertir esta existencia en cara y dulce a quien supiera apartar de sí todas las impresiones sensuales y terrestres que vienen sin cesar a distraernos y a inquietarnos aquí en nuestra dulzura. Pero la mayor parte de los hombres agitados por continuas pasiones conocen poco de este estado y no habiendo gustado de él más que imperfectamente durante algunos instantes, no conservan más una idea obscura y confusa que no les deja sentir su encanto”. Rousseau, Las ensoñaciones del paseante solitario, Madrid, Alhambra 1986)

BIBLIOGRAFÍA
FRASER, Nancy
2008 La justicia social en la era de la política de identidad: redistribución, reconocimiento y participación. Revista de trabajo.

WALZER, Michael
2001 Las esferas de la justicia: una defensa del pluralismo y la igualdad. México: F.C.E.

TAYLOR, Charles
1998 La ética de la autenticidad. Barcelona; Editorial Paidós.

ETXEBERRIA, Xabier
1996 Ética básica. Bilbao: Universidad de Deustuo

HABERMAS, Jürgen
2000 Del uso pragmático, ético y moral de la razón práctica. En: Aclaraciones a la ética del discurso. Madrid: Trotta.

RAWLS, John
1995 Teoría de la justicia. México: F.C.E.
 
DONOSO PACHECO, Carlos
2003 Charles Taylor: una crítica comunitaria al liberalismo político. Polis, revista de la Universidad Bolivariana.

PRIOR OLMOS, Ángel
1993 Habermas y el universalismo moral. Daimon, revista de filosofía.

jueves, 12 de abril de 2012

La parrilla de la escritura – 1. el escritor zen

– Doscientos cincuenta – dijo el maestro.

– Ya – dijeron los iniciados y se acomodaron alrededor del ambiente en disímiles sillas y sillones.

Señala un proverbio hindú que si ves a tu maestro cruzarse en tu camino, elimínalo, porque ya no busca enseñarte sino enriquecerse: material, egoíca, groupie, energética o whatevermente. El camino, al final, siempre es de a uno.

Daniel Cassany escribió un libro: La cocina de la escritura. Oswaldo Reynoso se le adelantó dos décadas a Thays en poner en aprietos al ají de gallina, al menos en atentar contra ese santosantorum nacional que es la cocina peruana.

Oscar, mi entrenador del gimnasio, me responde ante la pregunta que le hago sobre mi alimentación que a que hora me acuesto. Tarde le digo, soy escritor. Ah pues, seguro te amaneces entre cigarrillos y café.



1. El escritor zen

Hay un afán compulsivo por meter en el mismo saco los más escabrosos vicios y la literatura. Como lo hago yo, un poco, al asociar mi sueño postergado, que no es insomnio, al teje y maneje de las palabras.

Mal.

Pero peor aún son esos convencionalismos que aburren. A ver, gente que escriba mostro abunda. Esa virtud se asemeja al de poseer una buena voz y al que detenta habilidad para el dibujo. Pero manosearlo hasta el paroxismo por un mero capricho narcicista, hmmm; y en cuanto formato exista, hmmm; hoy por hoy cualquiera es escritor; y maldito.

Son egos regodeándose en su afición. Tirándose de los pelos sobre un pozo enlodado que no sirve para nada. Que por ahí ya pasaron Rimbaud, y Verlaine, y Baudalaire y Bukowsky y Vallejo también. Ninguno de ellos haría hoy elogio de la desfachatez autopublicándose en un pizarrón de moda. Hacerlo además sería como correrle el maquillaje al payaso.

Siempre he creído que no todos estamos hechos para ser profesionales. Ni artistas. Hay mil oficios rentables que no son menos dignos por no andar de moda. Estamos en los tiempos de la multiplicación de los héroes. Todos queremos ser estrellas. Y si no nos pagan al menos lo seremos del facebook, del twitter, de nuestras mamis, novias, colleras o del perro.

Hay escritores que son mejores conferencistas que creadores. Que son diestros profesores y habilidosos en el ensayo pero carecen de armas – o de entrañas – para llegar al otro lado. Hay mejores críticos que cineastas, mejores espectadores que directores, mejores aguateros que pugilistas.

Hablar escatológicamente es más fácil que hablar bonito, ser simplón – light – escuálido más que complejo, elaborado, rico. Ser rebelde y asumir poses es en apariencia más gratificante que no serlo. El artista es transgresor, dirían los malditos. El artista también sabe que los modales importan para poder entrar al salón que hay que desbaratar.

Construir un universo de ficción no es únicamente manejar la gramática y dominar el balón del fraseo, es poseer un estilo lo suficientemente poderoso que no permita la impavidez en el lector. Que con su despliegue de recursos y su historia urgente no deje a nadie sin conmoción. No solo por la belleza de sus palabras, ni el ritmo de su prosa sino por la centelleante luz que acompañará a quien lo lea toda su vida.

La vez pasada bajo un cielo azul que nunca es brillante le pregunté a una amiga que acaba de dar a luz por sus razones para traer un niño a este mundo. Su esposo luego me diría que no es adecuado preguntarle eso a una madre en periodo de lactancia.

Igual ella me respondió que no sabe pues, que supone que para realizarse como mujer, que qué clase de pregunta es esa, y después me mandó al cacho.

Decir que alguien trae al mundo a un niño para realizarse como mujer me parece, francamente, un cliché sin pies ni cabeza. Eso solo podría tener sentido como consigna eclesiástica urbi et orbi con miras a aumentar la población, llenar los corrales y las alforjas.

Después de meditar concienzudamente al respecto y sin mayores visos de hallar una respuesta que me satisfaga, finalmente encontré una, una sola, única y exclusiva razón que me convenció de hacerlo, o sea de traer a un nuevo ser a este mundo: que su llegada sirva para impactar positivamente en su entorno, que ayude al planeta a evolucionar, que ponga su granito de arena en la comprensión del sentido de las cosas. Que le dé aliento, que sople un hálito de esperanza en los corazones de los que ya no la tienen.

No que sea mío de mi propiedad, ni mi continuidad genética, ni mi heredero legítimo, ni mi realización personal, ni la sangre de mi sangre, ni mi compañía incondicional, ni mi fuente de ingresos, ni mi soporte en la vejez, ni ninguno de esos lugares comunes que terminarán deprimiéndolo. No. Nada de eso.

Que sea del mundo, y que le sirva.

Lo mismo pienso de la literatura. Engendrar una novela, publicarla, para realizarse personalmente o por un acto de vanidad es un disparate. Traerla por dinero o por reconocimiento o por oportunismo o por catarsis lo mismo da, no sirve.

Esa labor implica un proceso de gestación heroico, riguroso, introspectivo y demencial, y si no hay nada nuevo, bueno, honesto y nutritivo que transmitir, entonces ¿para qué enfrascarse en esa batalla interminable que es escribir?, ¿para que romperse los sesos desentrañando el nudo gordiano? ¿para qué empujar con inexplicable ahínco la enorme roca de Sísifo hacia la cumbre insondable?

¿Para qué perder el tiempo?

Si afuera hay mil razones para no hacerlo.